El archivo en la polilla

El archivo en la polilla


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Andrés Duprat

El artista, que vive y trabaja entre Argentina y Alemania, emprende un viaje creativo a través de dos continentes, ocho ciudades y miles de kilómetros. La propuesta: una experiencia radical que se vale de los objetos de cada lugar.

“Mele colocó una silla, que serviría de soporte inicial para la escultura, sobre el montón de basura. Con su arsenal de cintas adhesivas de colores, comenzó a atarle todo tipo de objetos: primero, bolsas chicas rellenas y luego, trapeadores viejos, cubetas, muebles, telas, marcos rotos, cajas y latas. Al principio, sus acciones fueron deliberadas, y de vez en cuando pausaba para observar su imagen proyectada en la pared, pero conforme la masa fue creciendo, sus movimientos se volvieron rápidos, frenéticos y hasta violentos. Finalmente, bajó la pieza de la plataforma, la arrastró, la volteó sobre una caja de madera, le incorporó más objetos y la volvió a amarrar para estabilizarla. De la silla que, originalmente, había servido de soporte, sólo se veían las patas que salían, por un lado. Después de quince minutos de intenso trabajo físico y concentración, la forma extraña se volvió coherente. Mele le dio una última vuelta con cinta, atoró un bastón en su centro y colgó un bastidor en el palo de un trapeador. Consideró la obra brevemente, tomó su saco y se retiró”.

[Fragmento del texto de Emi Winter y Steffen Böddeker acerca de la accion de Martín Mele en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, México, en 2007]

La propuesta del artista argentino Martín Mele (Buenos Aires, 1960) se funda en un concepto esencial: el viaje como experiencia. El proyecto excede el formato de exposición y el de performance, e incluso va más allá de lo que corrientemente llamamos muestra itinerante. Se trata de una experiencia radical, no exenta de riesgos, capaz de influir en forma determinante en la propia génesis de la obra. Una acción que opera directamente en el sistema de creación y producción de la obra de arte.

Con El Archivo en la Polilla, Mele se embarca en un viaje – tanto físico como mental –, que involucra dos continentes, ocho ciudades y miles de kilómetros de travesía. De esta manera, las obras se transforman en acciones, influidas por las implicancias de sus continuos traslados. Y el arte se genera en los cruces entre la experiencia, el diálogo con cada ámbito de su peripecia y la cualidad de los objetos.

Pensado en dos etapas, este proyecto, que cuenta con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Nación y de la Kunststiftung NRW, de Alemania, propone una mecánica de trabajo que se define a partir de dos decisiones determinantes: un punto de partida y un itinerario geográfico establecido. En la primera etapa, Mele emprende un verdadero tour de force de un mes de duración, viajando, acopiando, creando y presentando sus trabajos en cuatro ciudades del país: Salta, Rosario, Neuquén y Ushuaia. Plantea este ejercicio como un campo de experimentación estética en el que el empirismo es el método, y, por ende, el resultado es impredecible.

El artista recoge, ensambla, coloca, corrige, rompe, desarma: sus instrumentos son, entonces, su mirada, sus reflexiones, su pericia, su instinto, sus convicciones, sus pruebas y, por supuesto, sus errores, tropiezos, dudas y accidentes. Todo se ve, todo se muestra, hay un hacerse presente de la experiencia en las cosas. Y, una vez plasmada la obra, también se vuelve patente cierta pérdida de lo vivido, que resta como vestigio, como indicio, como testigo mudo.

De esta manera, Mele expone la génesis de sus ideas, sus hallazgos y sus derivas ante la mirada pública. Transforma la sala de exposición en taller abierto, tergiversando así prácticas sociales establecidas, como la idea de exposición de la obra concluida, las inauguraciones, los roles del público y de los creadores, los conceptos de espectador y espectáculo, el sentido del trabajo solitario del artista, en tanto confiere a su obra una inusitada dimensión relacional y social. Sus objetos viven porque cuajan vínculos: ponen en acto los vínculos sociales y materiales en el mundo de la vida. Son experiencia condensada, hechos sociales hechos objeto.

Al desplegar su acción en el encuentro del espacio expositivo con su experiencia artística y sus percepciones e imaginarios personales, la obra se genera “en” y “a partir de” ese contacto único y particular. En el lapso de un mes, durante febrero, Mele desarrolló y presentó sus trabajos en el Museo de Bellas Artes de Salta, el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén y, en marzo 2010, lo hizo en el Museo Marítimo de Ushuaia. Una vez concluida la acción del artista en cada museo, las cuatro muestras permanecen abiertas al público en forma simultánea, y pueden visitarse durante abril.

La segunda etapa, de características similares, se llevó a cabo en el segundo semestre de 2010 en Europa, e involucró instituciones de Francfort, Biel, Berlín y Neuss. Al final del ciclo, se editó este libro que compila y documenta todo el proyecto. La peripecia entre ambos continentes brinda diferentes posibilidades y genera resultados diversos que tienen que ver con la relación específica entre la ciudad, el contexto, las características del espacio expositivo y las circunstancias – aleatorias – a las que el artista se enfrenta en cada momento de su errancia. Viajero impenitente, argentino criado en Holanda, y, en los últimos veinte años, residente alternativo entre Alemania y Argentina, Mele encarna la mirada tramada de múltiples viajes entre Europa y América, un tópico de la cultura argentina. Es el suyo, entonces, un viaje peculiar con algo de reparación, teñido de una dimensión personal que invierte o, al menos, interroga el dictum borgiano “los argentinos somos europeos en el exilio”.

El viaje se transforma en eje de la exposición tanto para el artista y sus múltiples traslados, como para los objetos que este recolecta, selecciona, traslada, descontextualiza, manipula y tergiversa para crear sus obras, modificando, de alguna manera, su origen, su destino y su trayectoria. Los materiales plásticos son los hallazgos que el camino le depara. Y El Archivo en la Polilla habla de lo que queda cuando el tiempo ha arrasado la experiencia: la polilla ha devorado el archivo. Mele propone ver, en acto, ese resultado. El archivo es su memoria personal.