MELE VS. MELE
Versión en Español
Emi Winter – Steffen Böddeker , Maco Oaxaca
La noche de la inauguración de la exposición “Mele vs. Mele” en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el público se congregó en el patio trasero del edificio para observar un performance de Martín Mele. El espacio estaba iluminado con un video del artista haciendo una escultura en su estudio y una proyección de una pantalla azul, inmóvil. Mele se paró sobre una plataforma negra y su sombra apareció en el centro de las dos proyecciones. Vestido de traje, impecable, colgó su saco en el respaldo de una silla antes de vaciar varias bolsas llenas de basura sobre la plataforma. El ruido de su acción se integró momentáneamente al extraño sonido emitido por las proyecciones.
Mele colocó una silla, que serviría de soporte inicial para la escultura, sobre el montón de basura. Con su arsenal de cintas adhesivas de colores le comenzó a atar todo tipo de objetos: primero bolsas chicas rellenas y luego trapeadores viejos, cubetas, muebles, telas, marcos rotos, cajas y latas. Al principio sus acciones fueron deliberadas y de vez en cuando pausaba para observar su imagen proyectada en la pared, pero conforme la masa fue creciendo, sus movimientos se volvieron rápidos, frenéticos y hasta violentos. Con un serrucho empezó a cortar una silla. Al no dar resultado, la quebró contra el piso y añadió los pedazos a la obra. Corriendo y a la vez pateando objetos que le estorbaban, circuló la obra varias veces dejando que la cinta lo siguiera para amarrar el bulto entero con bandas de color. Finalmente bajó la pieza de la plataforma, la arrastró, la volteó sobre una caja de madera, le incorporó más objetos y la volvió a amarrar para estabilizarla. De la silla que originalmente había servido de soporte sólo se veían las patas saliendo por un lado. Después de quince minutos de intenso trabajo físico y concentración, la forma extraña se volvió coherente. Mele le dio una última vuelta con cinta, atoró un bastón en su centro, y colgó un bastidor en el palo de un trapeador. Consideró la obra brevemente, tomó su saco, y se retiró.
En sus performances, Martín Mele revela lo que la mayoría de los artistas esconden tras las puertas de sus estudios, ofreciéndole al público una vista clara de las inspiraciones, incertidumbres, accidentes y fracasos que forman parte de su lucha artística y a la cual alude en el título de la exposición. “Desnudarse” es la palabra que Mele usa para describir su intención. Mele se arriesga y del riesgo se nutre, su adrenalina palpable no sólo durante el performance sino en los días que preparó su exposición.
Martín Mele vive y trabaja en Düsseldorf, Alemania y pasa los meses de invierno en su país natal, Argentina. La exposición en el MACO marca la primera vez que muestra su obra en México. Mele llegó a Oaxaca dos semanas previas a la inauguración con sólo una lycra amarilla y una pequeña pintura sobre tela. Aunque tenía poco tiempo para preparar su muestra, insistió en antes “sentir” la ciudad, probando la comida sin reserva, conociendo las plazas y mercados, y buscando materiales propios del lugar. Pronto las salas del museo se convirtieron en su taller de trabajo. Esparcidos por los espacios había todo tipo de materiales nuevos y de deshecho. Con la ayuda de varios asistentes, estudiantes y su esposa Celina Jure, los materiales dieron lugar a obras de arte.
El mejor ejemplo de esta metamorfosis es la escultura grande que ocupa el lugar central de la exposición. Este nudo de materiales comprende una variedad de objetos de todos tamaños, prácticos e inútiles, atados y suspendidos con cuerdas, cintas y telas para lograr un delicado balance. Mele transforma el bulto masivo del objeto y la fealdad de su materia prima en una forma que sorprende por su elegancia y sofisticación cromática.
El trabajo de Mele combina elementos de la pintura, escultura, instalación y performance sin hacer distinciones. Las lycras atadas a la pared lo ilustran claramente. Tanto escultura como pintura, se podrían describir como relieves textiles cuya forma es impermanente y depende de los objetos que sostienen contra la pared. Mele fue cambiando estos objetos diariamente en un proceso que describe como compulsivo en vez de reflexivo. La obra final no es una resolución ni un momento arbitrario de dicho proceso, es la representación del diálogo que existe entre el artista y su trabajo.
Mele llama las piezas de lycra “tensados”. La tensión es una fuerza física y visual presente en todas sus obras al grado que algunas obras parecen estar a punto de reventar. Esta fuerza suspende a unos objetos dentro o alrededor de otros, empuja y deforma superficies más allá de su estado natural. La fuerza de la obra es su fragilidad. Si la tensión se rompiera, la metamorfosis de la cual surgió se pondría en marcha atrás.
Para hacer sus obras en cerámica, Mele colaboró con una familia de alfareros en Oaxaca. A pesar de que su padre era ceramista, las obras presentadas en el MACO son las primeras de su carrera. El proceso fue difícil y al principio no pudo realizar el trabajo que esperaba y sin embargo, abortar el proyecto nunca fue una consideración. El resultado de este experimento es un grupo de obras pequeñas que con sus formas suaves e irregulares, su gama de colores, y el brillo de sus superficies, parece que fueron extraídas del fondo del mar. Mele se adapta rápidamente a nuevos parámetros, confiando en que podrá desarrollar algo que avance su trabajo. Con este carácter de insistencia y determinación armó la muestra en el MACO. No existe tal cosa como el fracaso: en Mele vs. Mele, Mele siempre sale ganando.
La noche de la inauguración de la exposición “Mele vs. Mele” en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el público se congregó en el patio trasero del edificio para observar un performance de Martín Mele. El espacio estaba iluminado con un video del artista haciendo una escultura en su estudio y una proyección de una pantalla azul, inmóvil. Mele se paró sobre una plataforma negra y su sombra apareció en el centro de las dos proyecciones. Vestido de traje, impecable, colgó su saco en el respaldo de una silla antes de vaciar varias bolsas llenas de basura sobre la plataforma. El ruido de su acción se integró momentáneamente al extraño sonido emitido por las proyecciones.
Mele colocó una silla, que serviría de soporte inicial para la escultura, sobre el montón de basura. Con su arsenal de cintas adhesivas de colores le comenzó a atar todo tipo de objetos: primero bolsas chicas rellenas y luego trapeadores viejos, cubetas, muebles, telas, marcos rotos, cajas y latas. Al principio sus acciones fueron deliberadas y de vez en cuando pausaba para observar su imagen proyectada en la pared, pero conforme la masa fue creciendo, sus movimientos se volvieron rápidos, frenéticos y hasta violentos. Con un serrucho empezó a cortar una silla. Al no dar resultado, la quebró contra el piso y añadió los pedazos a la obra. Corriendo y a la vez pateando objetos que le estorbaban, circuló la obra varias veces dejando que la cinta lo siguiera para amarrar el bulto entero con bandas de color. Finalmente bajó la pieza de la plataforma, la arrastró, la volteó sobre una caja de madera, le incorporó más objetos y la volvió a amarrar para estabilizarla. De la silla que originalmente había servido de soporte sólo se veían las patas saliendo por un lado. Después de quince minutos de intenso trabajo físico y concentración, la forma extraña se volvió coherente. Mele le dio una última vuelta con cinta, atoró un bastón en su centro, y colgó un bastidor en el palo de un trapeador. Consideró la obra brevemente, tomó su saco, y se retiró.
En sus performances, Martín Mele revela lo que la mayoría de los artistas esconden tras las puertas de sus estudios, ofreciéndole al público una vista clara de las inspiraciones, incertidumbres, accidentes y fracasos que forman parte de su lucha artística y a la cual alude en el título de la exposición. “Desnudarse” es la palabra que Mele usa para describir su intención. Mele se arriesga y del riesgo se nutre, su adrenalina palpable no sólo durante el performance sino en los días que preparó su exposición.
Martín Mele vive y trabaja en Düsseldorf, Alemania y pasa los meses de invierno en su país natal, Argentina. La exposición en el MACO marca la primera vez que muestra su obra en México. Mele llegó a Oaxaca dos semanas previas a la inauguración con sólo una lycra amarilla y una pequeña pintura sobre tela. Aunque tenía poco tiempo para preparar su muestra, insistió en antes “sentir” la ciudad, probando la comida sin reserva, conociendo las plazas y mercados, y buscando materiales propios del lugar. Pronto las salas del museo se convirtieron en su taller de trabajo. Esparcidos por los espacios había todo tipo de materiales nuevos y de deshecho. Con la ayuda de varios asistentes, estudiantes y su esposa Celina Jure, los materiales dieron lugar a obras de arte.
El mejor ejemplo de esta metamorfosis es la escultura grande que ocupa el lugar central de la exposición. Este nudo de materiales comprende una variedad de objetos de todos tamaños, prácticos e inútiles, atados y suspendidos con cuerdas, cintas y telas para lograr un delicado balance. Mele transforma el bulto masivo del objeto y la fealdad de su materia prima en una forma que sorprende por su elegancia y sofisticación cromática.
El trabajo de Mele combina elementos de la pintura, escultura, instalación y performance sin hacer distinciones. Las lycras atadas a la pared lo ilustran claramente. Tanto escultura como pintura, se podrían describir como relieves textiles cuya forma es impermanente y depende de los objetos que sostienen contra la pared. Mele fue cambiando estos objetos diariamente en un proceso que describe como compulsivo en vez de reflexivo. La obra final no es una resolución ni un momento arbitrario de dicho proceso, es la representación del diálogo que existe entre el artista y su trabajo.
Mele llama las piezas de lycra “tensados”. La tensión es una fuerza física y visual presente en todas sus obras al grado que algunas obras parecen estar a punto de reventar. Esta fuerza suspende a unos objetos dentro o alrededor de otros, empuja y deforma superficies más allá de su estado natural. La fuerza de la obra es su fragilidad. Si la tensión se rompiera, la metamorfosis de la cual surgió se pondría en marcha atrás.
Para hacer sus obras en cerámica, Mele colaboró con una familia de alfareros en Oaxaca. A pesar de que su padre era ceramista, las obras presentadas en el MACO son las primeras de su carrera. El proceso fue difícil y al principio no pudo realizar el trabajo que esperaba y sin embargo, abortar el proyecto nunca fue una consideración. El resultado de este experimento es un grupo de obras pequeñas que con sus formas suaves e irregulares, su gama de colores, y el brillo de sus superficies, parece que fueron extraídas del fondo del mar. Mele se adapta rápidamente a nuevos parámetros, confiando en que podrá desarrollar algo que avance su trabajo. Con este carácter de insistencia y determinación armó la muestra en el MACO. No existe tal cosa como el fracaso: en Mele vs. Mele, Mele siempre sale ganando.